miércoles, 1 de mayo de 2024

Hoy, en cuanto llegamos a casa, Ana me lo dijo: 

--¿Supiste que murió Auster?


--¿Cuándo?

--Anoche.

Paradójico, extraño... qué se yo... Nada menos ayer, observando la conducta de uno de mis gatos esterilizados, Rimbaud, recordé de súbito la historia de Tumbuctú, el perro, y la escena tras la castración, sutil e impresionante.  

Esa fue la primera novela de Auster que leí y no por falta de orientación, por economía; estaba de oferta en Gandhi y yo recién en Sábado de unomásuno (espero que la memoria no me esté fallando) enfrenté un largo artículo sobre Ciudad de Cristal, sobre Auster en general y mis miras estaban enfocadas en esa particular novela... Extrañamente leí la cuarta de forros y no me atraía, así que comencé a leer con resignación y fue una de esas historias que me atrapó hasta el final y fue sorprendiéndome con sus ondas sinusoidales de tensión dramática que me dejaron convencido de buscar más de sus libros.

No recuerdo el orden preciso en que fui consiguiéndolos, pero hubo seis de compactos anagrama, los tres volúmenes de la Trilogía de Nueva York, Leviatán e inevitablemente El país de las últimas cosas, por aquello de averiguar cómo un autor de esa talla escribía ciencia ficción. Empecé con sus poemarios, con La invención de la soledad, El Cuaderno Rojo que  me acercó a parte de sus técnicas y aquella escena en que tras ver a los New York Gigants, logra acercarse a Willie Mays y le pide un autógrafo:

"--Claro muchacho --dijo--. ¿Tienes un lápiz? (...)

Pero yo no llevaba lápiz, de modo que pedí a mi padre si podía prestarme el suyo. Él tampoco llevaba. Ni mi madre. Y resultó que los demás adultos tampoco.

El gran Willie Mays seguía allí, mirándome en silencio (...)

--Lo siento, chico --dijo--. Si no tienes lápiz no puedo firmarte un autógrafo. Y salió del estadio, perdiéndose en la noche. /(...)/

Después de aquella noche, comencé a llevar un lápiz conmigo ahí a donde iba (...) Cuando menos los años me han enseñado esto: si llevas un lápiz en el bolsillo, hay bastantes posibilidades de que algún día te sientas tentado a utilizarlo.

Como me gusta decirles a mis hijos, así es como me hice escritor. / 1995 (365)"

Y claro, imitador de fetichismos, en aquella época, no tardé en empezar a cargar una libreta roja y una pluma (varias, desde la primaria no hago sino perderlas) y un par de tomos de la poesía de Auster. Fue el momento en que más prolífico me volví como poeta, lo que me permitió sacar Nocturno de sangre y urbe (claro en interpolación con Villaurrutia) en las plaquettes Goliardos de Pascal... Y tanto me veía con Auster que Pascal quiso leer La trilogía... y se la llevó de viaje a Gijón, a la semana negra. Volvió con dos de ellos vapuleados, y con el segundo tomo en edición Jucar, pues lo había perdido... No le hizo gran ilusión, todo lo que yo le veía de gran aportación, él lo veía como salidas fáciles, por ejemplo:

--Muy desigual. Me gustó La ciudad de Cristal, pero se ve que dijo, necesito llenar páginas y entonces buscó su ensayo escolar sobre el Quijote y lo metió ahí sin más...

Y nada por el estilo, nada que ver, pero tampoco he sido jamás de los proselitistas dictatoriales que descartan al colega si no le gusta tal o cual autor...

Y creo que mi afán lector por Auster pudo haber seguido sin mácula, pero me topé con dos libros: El palacio de la luna, un libro tan cercano a mi vida, a mis sentires y experimentares que tardé un año o más en acabarlo (e impresiones más cercanas a tal hecho pueden ser consultadas acá y aquí y como podrán ver, con Auster inicié mi primer blog y era obvio que  volviera a mi nuevo blog, con este austero evento). Y el segundo fue un acto de absurdo purismo extravagante. La historia de mi máquina de escribir, libro objeto con hermosas pinturas de Sam Messer, pero que parecía contradecir lo que aseguraba en el cuaderno rojo:

"Era una Olympia portatil (...) desde aquel día de 1974, del teclado de esa máquina ha salido hasta la última palabra que he escrito" (10). 

Primero echaba abajo mi fetiche de libretas rojas y aparte, me costó la friolera de 172 pesos, rebajado de 245, en diciembre de 2003... Asi que lo ojeé, pero no lo leí. Creo que decidí desplazar el fetiche y seguir mi nueva obsesión con las máquinas de Cronenber/Burroughs y Auster se quedó al margen, en lo que a novedades se refiere, pero volviendo a los trabajos queridos cada cierto tiempo.

Seguí comprando ofertas, de Mr. Vertigo, de otra novela más, pero la devoción había pasado en ese eclipse de contradicciones de la luna y la máquina... Conseguí 4321 en inglés... El primero de él en inglés, pero me pareció distinto (algo que ahora todos reseñan)...

En fin, no dejé de agradecer sus miradas. Incluso esos relatos complejos y traumáticos.

Creo que al igual que con Salman Rushdie, siempre esperé ese momento en que superaran sus novelas famosas (en fama), sin que esto llegara. Lo mismo experimenté con Márquez, con Kundera... Y es terrible pensar que aún cuando uno se niega a ceder al ariete del tiempo, de los desencantos y las desilusiones y se esmera por sacar  cada vez una mejor y más completa obra, la fama original actúa en contra, en una retorcida espiral...

Un largo periplo para concluir con la primera noticia: en efecto según la BBC News la tarde del 30 de abril (vaya regalo del día del niño para los mexicanos, a lo mejor por eso no pusimos mi foto infantil, aunque Ana ya la había elegido, en el perfil FB) Paul Auster falleció en su casa, en Brooklyn, rodeado por su familia, tras estar recibiendo tratamiento a partir de un diagnóstico de cáncer de pulmón en 2023...

Quizá si hubiera seguido más cerca, esto sería la crónica de una muerte anunciada...  Creo que lo prefiero así, como sorpresa, con la novedad para mí, de la existencia de Baumgartner, según BBC publicada pocos meses atrás y con tintes autobiográficos.

En la pasada feria del libro del Zocalo, encontré en oferta la versión comic de La ciudad de cristal,  supongo que desde ese giro de angulo reemprenderé la lectura, la relectura de lo que hay en mis libreros y lo que me falta por conseguir...

Adiós, pues a Paul Auster, quien ha salido al fin, del estadio del beisbol de la vida.  Nos quedan sus letras. Y acaso muchas estrategias nuevas por conocerle.






 


01 May 2024

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